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SOBRE LA FE Y LA CODICIA


Las sociedades están perdiendo su dimensión humana a la deriva de conflictos provocados y planificados inclusive por los hombres y mujeres de fe

Es indudable que la partida del Papa, autoridad máxima de una organización, también de corte medieval, conlleva la crítica no explicita del “¡¡Aquí os quedáis!!”. Su último adiós, cargado de desobediencia intelectual, que no jerárquica, marca el principio de lo que seguramente será la revolución de la fe cristiana. Ni más ni menos que la regeneración de los fundamentos de la iglesia católica en el mundo. Su actual estructura e intereses son contrarios a la base que la sustenta y a su capacidad ecuménica en la fe cuyo humanismo determinó su real razón de ser. Si Zaratustra se aisló en la montaña, el ex Papa también, antes de que se le caiga el mismísimo vaticano encima.

Lo que esta en juego es nada menos que la capacidad de supervivencia de las sociedades occidentales y sobre todo europeas. Grecia, Portugal, España, Italia, en pocos días Francia, y esto acaba de empezar, verán las hordas de personas fuera de los sistemas productivos. No es "agorerismo", es que los centros de producción industrial mundial se trasladaron a Asia (fundamentalmente China e India), el I+D prevalece en USA con las mejores universidades del mundo, las materias primas América Central y Sur, Europa dedicada a servicios y el resto reservas. No hay más vuelta que darle. Quien no quiera aceptarlo estará perdiendo su tiempo y su estabilidad no solo económica sino también emocional.

El problema que subyace es de orden moral. La acumulación de las riquezas de occidente concentradas en unos pocos es la principal barrera al cambio de modelo en Europa, frente a la dinámica de inversión en capitales y equipos con dinero genuino a crecimientos del 8% anual de los países emergentes asiáticos.

La atomización y descrédito de las organizaciones democráticas han dado paso a los corruptos intereses del dinero sin cultura por un lado y a la incomprensión e inaceptabilidad de las sociedades soberanas que observan su empobrecimiento sin sentir el latir político en defensa de sus intereses. Vivir disgregado del lugar. El ensimismamiento del sistema político como oligarquía del SXXI sobre la soberanía popular constituyente. Un despropósito mayúsculo e inaceptable en la “culta” Europa que apenas puede con la revolución tecnológica: Sus ideas son ultrajadas y llevadas a cabo sin miramientos en Asia.

La nueva paradoja social, hoy llamado paradigma, consiste, entre otras cosas, en recuperar el terreno soberano sobre los representantes para que amalgamen de manera conjunta el modelo de sociedad que se quiere.

Si estamos acorralados y, salvo excepción, destinados al servicio, pues pensemos de forma global y actuemos de forma local como cualquier sistema sostenible que desde hace ya al menos veinte años venimos utilizando como modelo pero que hasta hoy solo se ha internalizado en pocos asuntos públicos y privados. La administración y el Estado deben reciclar sus supuestos de funcionamiento hacia nuevas ideas y leyes de redistribución justa de las riquezas, sin sucumbir en el intento porque no tiene ni derecho ni valor moral para ello.

Pero es evidente que no vale hacer deberes si no hay modelo de desarrollo que ilusione y motive a la sociedad. Somos los que pensamos y en tal sentido obramos en la aldea. No podemos accionar nuestro trabajo sin motivación alguna, principio de supervivencia básico de cualquier ser humano. La alegría es sinónimo de salud y bienestar pero no puede estar asociada únicamente al consumo indiscriminado y poco inteligente de bienes. La educación es básica. Hacen falta solo diez años para dar vuelta un país entero. Faltarán veinte si seguimos destruyendo al tejido productivo, su salud, por ende las motivaciones de las personas que en ningún caso han vivido por encima de sus posibilidades puesto que han tenido acceso al riesgo desmedido del cual no se hacen cargo las instituciones bancarias y financieras en connivencia con la clase política y lo peor, con el beneplácito del propio Estado.

Pero los hombres y mujeres de fe, tienen el tiempo limitado, veamos: El día tiene 24 hs., siete para dormir (es lo que se recomienda científicamente) cuatro para la familia, ocho para intercambiar trabajo y organización de la fe, cinco restante para encargarse de la organización que los ampara y protege. Evidentemente no quedan horas para integrarse en el resto de la sociedad que, literalmente, no existe o si: para arrebatarle sus recursos.

Ante semejante visión no me extraña que el Papa emérito se recluya en la montaña. Yo haría lo mismo en su lugar antes de que se publiquen los "papaleaks" o "vaticanleaks".