Querida Silvia:
La noche avanza lluviosa. Son las primeras aguas en Madrid luego de un período de sequía. Huele a campo, a hierba humedecida, a lavanda sin flor. El otoño comienza a clarear las primeras arboledas despojándolas de sus sombras protectoras, de la contención de sus aires nocturnos refrescados por su transpiración vegetal; es el anuncio del cambio de estación, de esperanzas, de miradas, de volver a empezar.
Sólo, atravesando el encuadre sugerente de mi ventana, me pregunto si desde aquí podré alcanzar con mi proyección imaginaria el otro lado, detrás de aquel edificio, detrás de las montañas, detrás del mar que todo lo traga.
Madrid, siempre sonriente al pasaje de otras gentes, de otras culturas, de otros anhelos, presenta hoy, un torrente de agua que se lleva lo que quedó del verano, lo que dejaron los que ya no están. Yo aquí, siento el transcurrir de este instante, sin vestigios de ayer, sólo con la mirada filtrada por la ilusión.
Quería decir, finalmente, que intentaré, al menos desde mi mente, viajar con huelgas o sin ellas con avión o sin éste, porque son las ideas las que me permiten sentir la libertad de ser, la ubicuidad de estar aquí y allí al mismo tiempo, de estar aquí y ser allí, como desde el principio.
Mañana, que será otro día, veremos. Hoy, supongo que estas más allá de mi ventana, pero como yo, mas hacia aquí del mar.
Buenas noches.