El sueño era recurrente: Me marchaba con él en la ansiedad de intensificar nuestra relación. La fantasía y el deseo fueron siempre mayores que mi felicidad conyugal.
Al amanecer, en cada despertar, las miradas se alejaban aún más. El silencio confundía la atmósfera.
En su despedida, al cerrar la puerta por última vez, mi esposa expresó que su condición de mujer no le permitía ser el hombre de mis sueños.
Sigo durmiendo en casa, ahora sin ella y también sin el sueño
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