Entre la puerta abierta y una gastada bombilla amarillenta encendida está Hortensia, taciturna en su oscuridad perenne. Peinada como siempre, el lápiz de labios recién aplicado, vestida con falda oscura hasta bajo la rodilla y una blusa color crema, su ceguera sólo le permite percibir con supina sutileza la vibración de los acompasados pasos del arquitecto subiendo la escalera de madera.
Sola, desde la cuarta planta del viejo edificio, esperaba una respuesta a su preocupación sobre el estado de sus agrietados falsos techos de yeso, los que fueron construidos antes de la muerte de su madre, hacían ya 80 años.
En el momento ulterior a darse la mano, ella intuyó que el polvo precipitado desde el techo sobre su cabeza, más que el anuncio de que algo no iba bien, era la evidencia necesaria para la solución inmediata del problema.
Con la mano tendida sin saludo, el visitante vio cómo el falso techo se desploma y Hortensia solucionaba su soledad y la ceguera.
2 comentarios:
Bonito-.
Bonito.
Podrias escribir mas seguido.
Estas poco productivo.
Desde el 27/3 han pasado tantas cosas.......
Qué bueno, qué drástico final. Un abrazo
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