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PLASTICIDAD CEREBRAL POLITICA

EL 89,7% del cerebro humano es movimiento. Científicos determinan que existe una predisposición genética a que nuestro cuerpo a partir de determinadas edades, vinculadas a la desaparición de ciertas conectividades corticales, pronuncie indicios clínicos sobre determinadas enfermedades pero afirman que nadie nace programado para tenerlas. Lo más sorprendente es la definición de "plasticidad" neuronal de nuestro cerebro como cualidad de adaptación al cambio y dónde la educación y entorno cultural del individuo juegan un rol fundamental. En el cerebro crecen o decrecen las conectividades neuronales en función del tiempo y no por una delimitación genética sino por su capacidad de adaptación al entorno. Es, por lo tanto el propio entorno el cambiante y es el cerebro por medio de la capacidad cognitiva de cada individuo el que produce importantísimas modificaciones en su estructura siendo, por ahora, la demencia senil el único límite de su plasticidad y adaptación.

De esta manera son, el conocimiento constante, las buenas pautas de alimentación, el deporte, la conducta y la capacidad de observación, entre otras, los que conforman las pautas fundamentales para comprender la realidad y los cambios dados por el propio entorno donde se desarrollan las actividades humanas. El que sea consciente de esto tendrá mayores posibilidades de garantía de poseer un cerebro activo y plástico durante toda su vida. Bíblicamente 120 años.

"Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes, deberá acomodarse a frecuentes cambios. (CONFUCIO. China, h. 551-479 A.c.)"

Dicho lo anterior, y en el campo práctico, pareciera que existe un cierto determinismo en cuanto a la definición del entorno dado que dependiendo de cada actividad específica del ser humano o grupo, su entorno reúne características diferentes, tanto físicas como emocionales.

Desde el punto de vista global, en los últimos años, en un ciclo aproximado de 40 años, la presencia paulatina del capital ha sido un activador de la dinámica del crecimiento del confort humano sin precedentes en la historia de la humanidad. La producción de bienes y servicios en masa consagra al capital como el gran triunfador y facilitador de la obtención, utilización y modificación de recursos y del entorno.
Sin embargo, a tal dimensión planetaria se le debe atribuir también en su lección de desarrollo aspectos no deseados a corregir.

Los descubrimientos de conexiones neuronales y evolutivos de modulación del cerebro, nuestro pensamiento, parece ser que se encuentran condicionados por estructuras externas y de carácter cultural, basadas en prejuicios y en prácticas restringidas del movimiento, es decir hacia una inactividad como símbolo de control y de cierta “racionalidad” para no comprender los cambios sino aceptar lo establecido como un dogma o constante inalterable de “seguridad” y por consiguiente, de una alta resistencia al cambio, el miedo. El miedo como atenazador de la voluntad de libertad, el miedo como restricción a saltar abismos inexistentes como imaginarios. A ello sobreviene la administración de nuestro desconocimiento para la obtención de beneficios para algunos pocos. La redistribución de los beneficios.


En la actualidad el exceso de visión del capital como fin y no como medio ha puesto a parte de la humanidad, (la que come) en una situación de conflicto dado que su capacidad cívica de convivencia se ha visto alterada por un crecimiento demográfico hacia las ciudades mayor que la propia capacidad de asimilación y adaptación de esas mismas ciudades. Por lo tanto el nivel de conflictividad transversal aumenta como aumenta en la misma proporción la preocupación personal, individual por la supervivencia. Lógicamente esta tendencia a la individualidad y resolución del conflicto desde lo personal conlleva no solo problemas de salud psíquica y física (que no son objeto de este análisis) sino además la despreocupación voluntaria o involuntaria de los decidores políticos. En efecto, los problemas globales del conjunto de la sociedad que son de dimensión política y de resolución de políticos, están en manos de tantos individuos como tenga la sociedad, por lo tanto sin capacidad real de resolverlos. Igual a nada.

La ciudad como sistema complejo es el imán de la sociedad que busca confort, calidad de vida y nivel de vida, para el solaz esparcimiento de sus emociones pero con una enorme pérdida de la noción de grupo, de organización y de identidad colectiva por la masificación y el estilo de vida vinculado a las nuevas tecnologías, la visión del ensanche de las ciudades y a la configuración de sus espacios comunes con la pérdida de idea de barrio en las culturas latinas (dejamos de lado el impacto de la demanda y consumos energéticos).

El grupo como unidad interactiva solo existe en la actualidad como reacción a ciertas injusticias (por orden de intereses) y como un cúmulo de puntos distribuidos de forma aleatoria en un entorno virtual que es Internet. Inmensa actividad de información pero restringidas posibilidades de reunión, solo factibles en condiciones muy puntuales. Esto significa la pérdida de visión cívica, como resultado de la tendencia a un consumo desmedido y sin referentes culturales, es decir abocado sólo al precio de las cosas. Este fenómeno mundial permite la manipulación de la sociedad por reducción de variables y por parte de los grupos de interés económico generalmente dirigidos por personas con menor capacidad plástica de sus conexiones neuronales, por lo tanto con serias restricciones de comprensión de la realidad y adaptación al entorno.


Sociedades que obtienen un alto nivel de vida sin compensación de su calidad de vida están sometidas al fracaso.

La concentración de la población del mundo alrededor de la ciudad como alternativa de crecimiento personal, a parte de una dimensión cultural sin precedentes, reúne todas las condiciones necesarias y suficientes para que sin cultura sean objeto de abusos en el afán de obtención de rendimientos económicos en todos los ámbitos posibles e imaginables.

Si retomamos la idea de individualidad en un mundo global, y aceptamos como parámetro válido y aplicamos la premisa del pensamiento federalista: “piensa en global y resuelve en local”, nos encontramos con dos elementos antagónicos que en la práctica se dan de manera compartimentada y sin nexos de conexión, es decir sin capacidad plástica de adaptación. Dejamos a la individualidad que resuelva por sí misma de manera autónoma y con principios de libre competencia sin un real acceso a la misma dado que grupos de poder imponen las reglas de juego para su propio provecho. Esto sucede por la falta de idea de Estado (como regulador y defensor de los intereses de los consumidores) y a su vez por la pérdida de idea cívica de la sociedad que solo interviene cuando se la motiva a ejercer su voto (otro aspecto que no es objeto del presente análisis) y por consiguiente por su incapacidad a comprender dónde esta situado como individuo, resultado de sus limitaciones culturales por un lado y de la falta de un genuino liderazgo y resolución política por otro.

La política en el mundo contemporáneo esta siendo sometida al peor de sus condicionantes y es la dependencia del mundo económico financiero en la consecución de sus objetivos con la pérdida total de idea de libertad que persigue el propio sistema democrático como uno de sus valores principales. Se le suma además la perdida de ideología por falta de adaptación y comprensión del entorno. Su incapacidad de renovación de ideas y discursos adaptados a los tiempos esta haciendo que el político deje de ser un resolvedor de problemas sociales y se asocie más a los intereses sectoriales del poder económico que lo sustenta, olvidando que su verdadero sustento es la sociedad y su organización. Añadir que además, como integrante de la sociedad, el político también esta cautivo de su condición y visión individual sobre él mismo aunque esto le suponga la total pérdida de su propia libertad. Este comportamiento egocéntrico deja en evidencia sus debilidades vinculadas a sus propios deseos, siempre asociados y condicionados por estructuras externas y de carácter cultural, basadas en prejuicios y en prácticas restringidas del movimiento, es decir hacia una inactividad como símbolo de control y de cierta “racionalidad” para no comprender los cambios sino aceptar lo establecido como un dogma o constante inalterable de “seguridad” y por consiguiente, de una alta resistencia al cambio: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, extracto de pensamiento conservador y retrógrado. Podríamos por lo tanto poner en cuestionamiento, salvo excepciones, la capacidad plástica de conexiones neuronales de los políticos por lo tanto de sus cualidades cognitivas. Quedaría por investigar cual es el entorno donde se mueven realmente más allá de su exposición formal frente a la sociedad que los cobija.

Como podemos ver nos encontramos con una sociedad atomizada, con serios problemas de adaptación al medio, que requiere una reconversión hacia pautas cívicas, una reestructuración de ideas políticas con sistematización de confrontación de ideas de corte humanistas que sustenten la sostenibilidad integral de la sociedad. La dimensión de lo que se plantea es enorme y como tal quizás holgada para el pensamiento político contemporáneo que no llega a la altura necesaria por sus propias restricciones. La política adaptada y sometida a las condiciones de la economía.

Mientras no se cambie esta torna, no podremos avanzar como sociedades. Se necesita una renovación generacional de la política y de los políticos caso contrario la sociedad, diezmada por su incultura, reclamará justicia donde no la haya y tocará las puertas equivocadas pidiendo ser salvada por pseudos salvadores que no serán más que perseguidores constantes en búsqueda de victimas, y las sociedades con sus ciudades y sus anhelos condicionadas por mecanismos mesiánicos y autoritarios, más enquistados en prejuicios y todavía más lejos de la realidad, lo peor sin capacidad plástica de conexiones neuronales en el cerebro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece interesantísimo planteo.
Sin embargo en los 20 años que llevo cavilando sobre el tema, he llegado a la conclusión que el espectro político, nuestros "representantes", por corruptos o ineptos que sean, no son el problema de base, sino que el problema radica en la estructura social precisamente de la REPRESENTACIÓN.
La Representación está obsoleta. Hoy ya no es necesaria. La tecnología que nos ha permitido tantos avances a nivel cotidiano y científico, está al borde de invadir el ámbito socio-político.
No es para nada inimaginable que en pocos años, votemos leyes, decretos, ordenanzas y referéndums, desde nuestros terminales móviles.
Ello obligará a un mayor compromiso de parte de los ciudadanos para enterarse de qué es lo que estarán validando. Hoy por hoy, los partidos políticos no ofrecen información y contenidos sobre los que decidir, sino mayor o menor demagogia, mayor o menor verborrágia, mayor o menor carisma de los candidatos. Pero jamás, JAMÁS, estamos votando los contenidos de una plataforma, porque ya sabemos qué harán los votados, con esa plataforma.