sábado

ISTELMO PAREDES (Inspector de cubiertas antiguas)


Pelo cano engominado, angosto bigote sobre el labio superior de su pequeña boca, gafas oscuras, camisa celeste y mameluco azul desteñido por loa años, el inspector de cubiertas antiguas de Madrid, rezaba un rictus en su cara, típico de aquellos que no han querido pertenecer a ninguna mafia aunque resignando hubo de pertenecer a la de la familia de su mujer.

De gestos austeros, más bien callado, silencioso, levantando tejas asomaba la cabeza sobre la cubierta para ver como estaba el tiempo cada día, supo hacer de su trabajo y sus tejados el refugio perfecto, cerca del cielo.

En el bolsillo derecho el bocata de jamón serrano envuelto en papel de aluminio, como se lo preparaba su mujer, en el bolsillo izquierdo la linterna. El bolso con sus herramientas siempre lo depositaba suavemente bajo el dintel de la puerta de entrada para no molestar a los vecinos.

Viudo, desde hacía casi veinte años, recordaba a su mujer, muerta de la cólera provocada por la bacteria de pastreurolosis transmitida por una paloma urbana a la que le daba siempre de comer.

A sus 84 años, recordaba, al cerrar sus ojos, como sentía la suavidad nocturna de sus caricias. Con el ultimo suspiro siempre contiene ese momento en el que sin decir nada, eran tanto el uno para el otro.

...Quizás -pensaba él- si no hubiera sido por las trampas de la guerra, hubiera podido evadir esta realidad y haberte llevado a tierras de ultramar, donde la ilusión nos hubiera invadido.

Sus manos, de huesos prominentes y tendones tensos, le daban de comer por la boca pequeña, introduciendo el bocata bajo los angostos bigotes al uso de otro momento de su historia.

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