sábado

MARIA VENGANZA SERENA


María Venganza Serena sentose a orillas del arroyo para mirar de lejos la otra costa mientras el pueblo ardía frente a sus ojos, resplandeciendo en su cristalino el reflejo de las llamas.

La sonrisa esbozada, acompaña al murmuro y a su tejido. Su indiferencia forja aún más su distancia.

El agua alivia el dolor de sus juanetes, el frescor de la piedra sus várices, el árbol sostiene su sinuosa columna, mientras el viento mece sus inflexibles pelos canos. Soplaban los alisios esa tarde de cenizas.

El rayo cayo y de una sola descarga partió en dos al árbol. Las sombras se alejaron súbitas de temor. El humo fulgurante subía para dispersarse acariciando las gotas de lluvia.

Sin mortaja, María Venganza Serena, quedó hecha trozos de carne chamuscada, semi cremada en vida, mientras seguía tejiendo y murmurando.

Tirada en el suelo, sin árbol, observaba para siempre el incendio del pueblo, apuntando su vista entre las dos alpargatas deformadas y gracias a la curvatura de su columna. Todo aquello acaeció, antes de su último suspiro.

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