De repente la oscuridad puso psíquicamente a cada uno en su sitio.
Quien no tenía miedo se liberó y las demás personas quedaron presas de sus propias fantasías, inmóviles, rígidas, apabulladas por el horror de lo que creían estaba sucediendo. El laberinto era interminable, el sudor frío corría por las sienes.
Nadie se animaba a hablar, nadie respiraba tranquilo, la razón quedó anulada por la falta de luz, la sinrazón sin juego que jugar.Al clarear el ambiente y en los primeros minutos, seguía todo en silencio hasta poder la gente ubicarse en tiempo y espacio.
Dos minutos habia tardado el electricista en cambiar el antiguo contador por uno nuevo.
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